Puede que yo siempre haya vivido en un
mundo de mentiras.
En esos mundos de fiestas, vestidos nuevos y perfumes.
Puede que por casualidad o por error, me haya tropezado con esos mundos de oscuridad y alcantarillas y realmente no pertenezca a ningun lugar.
Y tampoco vaya a ninguna parte.
Como si el mundo pudiera suponer que pertenezco a él, mientras yo sé que voy en una caída libre hacia la nada.
Y no te entiendo, nadie lo hace.
Pero yo te veo, como a través de una vitrina, se ve algo que intriga profundamente y a la vez, sabes que no lo podrás tener.
Eso eres. Una vitrina lejana, separada por miles de abismos y resignaciones.
Miles de abismos insalvables.
Es como si al estar a tu lado en silencio, ambos pudieramos escuchar gritos desesperados, pero no pidiendo ayuda, sólo gritos.. ¿De costumbre? No lo sé. Pero son gritos que en el mundo real jamás podrían ser escuchados, sólo para ti y para mi.
Como si compartieramos algo con un significado, uno importante... Pero terrible.
Lo tragicómico de todo, es que pronto lo olvidarás y yo me desvaneceré en el tiempo.
Y ya no quedará nada que esperar.