Antes, le subiría el volumen a la radio, me tomaría un shot de lo que sea que queme mi garganta y aceleraría.
Pero ahora...
Ahora subo los vidrios, bajo los seguros y evito tus miradas compasivas.
Porque no hiciste el esfuerzo, porque ni siquiera pudiste venir a hacerme daño. Porque no estoy en tus pensamientos, ni en tu playlist de insomnio.
Pero las luces cambian y no estoy apurada...
No, no espero a que me des permiso de invadirte la vida con ecos de música sureña y tinta de segunda.
Espero la próxima luz roja, la que alguien -en alguna calle sin fiscal- se coma por mí.
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