Nunca preguntes lo que estoy pensando.

"La vida sentirá aún más frío y el fantasma no podrá dormir..."

domingo, 15 de mayo de 2011

No juzgues a la muerte hasta que sueñes con sus tacones.

Me despierto en mi cama, miro por la ventana del piso 12, hay una escalera flotando en el aire y bajan piernas de mujer.

¿Dónde está mi mamá? La luz no prende... Llegó mi mamá y me dice que lo busquemos en el carro. Quiero salir de la casa, acepto y manejamos por caminos angostos y peligrosos, nos perdemos entre los abismos cercanos que mi mamá evita con las manos en el volante, porque sí, la que tiene el control sobre qué abismos me quitarán la vida no soy yo.

-Nos vamos a morir, frena.
- No, yo no me voy a morir.

Caemos en una roca, salí del carro y lo dejé caer. Hay una cuerda, pero no veo si está amarrada a algo, no sé si soporte el peso, no sé si pueda salvarme, no puedo pensar en eso, estoy rodando y el vacío está ahí... mi única opción es la cuerda, pero se me escapa de las manos.

Y me despierto en mi cama, las cortinas están abajo y se oyen tacones bajando unas escaleras (o los vecinos de arriba sincronizados con mis pesadillas, para variar) ya es de noche, todo está oscuro y mi mamá no está.

Tiene sentido, no soñé con ella. Siempre fue la muerte, la muerte como figura materna, la muerte que te da la vida y nunca se aleja, pero está demasiado cerca para reconocerla, hasta que le pides que frene y acelera.

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